¿Asustados por la crisis del agua que amenaza a las zonas agrícolas más rentables del estado? Esperen a que vean el panorama que amenaza a la capital, para que ahora sí se espanten de a deveras.
Chihuahua, la segunda ciudad más poblada del estado tiene contada, literalmente, el agua que necesita para subsistir, y no es suficiente la que tiene a la mano.
Un estudio que está a la vista de esta Doña nos indica que la capital se abastece, casi en su totalidad, de tres fuentes, de las cuales dos están abatidas en casi un 60 por ciento, otra está “más o menos”, pero amenazada por la contaminación con aguas residuales.
La más más importante: Chihuahua-Sacramento, que surte el 50 por ciento del agua que se consume en la capital, tiene un déficit del 57 por ciento, es decir, una diferencia negativa entre la cantidad de agua que se le extrae y la que se recarga.
Luego, El Sauz-Encinillas tiene un abatimiento del 54.7 por ciento, y representa casi la quinta parte del agua que se usa en la capital.
Es decir, que el 70 por ciento del líquido que circula por la red de agua potable de la ciudad está prendida de alfileres, porque sus fuentes están más que sobreexplotadas.
El tercer abastecedor, Tabalaopa-Aldama, le manda el 31 por ciento del agua a Chihuahua y anda bien en cuanto a relación recarga, extracción, pero está amenazada por las aguas negras que se arrojan a su caudal.
¿Así o más terrorífico?
Estamos hablando del agua, el recurso sin el que no hay absolutamente nada. O se tiene o no y, según el estudio del que hablamos, hay pocas fuentes alternas como para llegar al rescate de las tres que ya mencionamos.
La más viable, según el mismo documento, es la presa El Granero, ubicada aguas abajo de la ciudad, y que requeriría un trabajo de profesionales para dejarla potable y lista para el consumo humano.
La otra es el acuífero de Mápula, aquel que provocó el broncón entre Marquito Bonilla y Eugenio Baeza, y más atrás, sin muchas posibilidades de convertirse en una fuente viable, la mina de San Antonio, bastante contaminada y con un caudal poco probado.
Ahora que, antes de pensar en traer agua sabe Dios de dónde, lo más recomendable es cambiar esquemas de distribución, “sectorizar” la red y reparar las fugas, porque, ¿de qué sirve traer más agua, si vamos a acabar tirándola?
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El recurso que promovió el Partido Revolucionario Institucional en contra del “reacomodo” de su planilla de candidatos al Ayuntamiento de Chínipas podría ser el último clavo en el ataúd del controvertido sistema de tómbolas al cual recurre la autoridad electoral para garantizar las acciones afirmativas.
El Instituto Estatal Electoral usó ese sistema para mover de su lugar a los candidatos del PRI por Chínipas para asegurarse que el aspirante a la presidencia municipal fuera una persona integrante de algún pueblo originario, para así garantizar la inclusión de esos grupos sociales.
Todo en orden, excepto porque, al hacer su movimiento, el IEE cambió de lugar al candidato a presidente municipal de Chínipas por el PRI, Orión Rafael Cruz Armenta, y lo colocó de regidor.
Ándele pues. Nada más que Cruz Armenta es el actual presidente municipal y está en busca de obtener su reelección para ese cargo.
Visto desde otro ángulo, el IEE le está quitando al candidato-alcalde el derecho, ya elevado a rango constitucional, de buscar la reelección directa para un segundo mandato, nada más porque el partido que lo postula no inscribió suficientes candidaturas para personas de pueblos originarios.
El PRI, obviamente, presentó el recurso contra esa disposición y, todo indica, lo va a ganar. No solo eso: quedará establecido que eso de hacer una tómbola para sacar, así, con “manita santa”, el nombre de un candidato, es una aberración legal.
En buena hora que termine esa forma dizque democrática de resolver las discusiones políticas al interior de los partidos, porque ya no se trata de una decisión democrática, sino de un acto de mera suerte.
Al final, no se deja contento a nadie, ni siquiera al afortunado o afortunada, porque luego se gana la animadversión del que quedó “bajado” de categoría. Mejor busquen otras formas de garantizar la inclusión social.
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Los candidatos de Morena al Senado de la República, de plano, ya mejor ni se acercan a su dirigencia estatal. ¿Cómo para qué, si ni la llamada les contestan?
Eso, que ni el teléfono descuelguen cuando entra una llamada de Andrea Chávez o de Juan Carlos Loera, es lo de menos.
Lo de más es que tampoco “pelan” a la militancia o a los candidatos que no tienen la bendición de Ariadna Montiel Reyes, la secretaria del Bienestar, que funge además como presidenta alterna del partido guinda en varias entidades del país, incluida Chihuahua.
Allegados al tema nos comentan que a Loera no solo lo ignoran, sino que hay una orden de no expresarle ningún tipo de apoyo, ni siquiera en redes sociales.
Incluso, nos dicen que en la pasada visita de la candidata presidencial, Claudia Sheinbuam, batalló para que lo dejaran acercársele, pese a que es la segunda fórmula al Senado de la República.
A Andrea Chávez, la que va “primeras” en la fórmula y por tanto tiene amarrada la senaduría, no le va mejor.
Ha llegado a tal grado el desdén hacia la juarense que esta ya ha dicho, en reuniones de “petitte comité”, que de plano, mejor se acerca a la dirigencia nacional, porque la estatal prácticamente no existe, al menos para quienes no están bajo el manto de Ariadna Montiel.
Para otros morenistas “comunicativos” que se han acercado a esta doña, la separación del partido respecto a sus candidaturas al Senado ya hasta huele a sospecha de una “concertacesión” con el odiado rival, el PRIAN, para cederles la elección de senadurías en Chihuahua a cambio de llevar la fiesta en paz en Juárez.
No se explican de otra forma por qué Loera, el candidato que más apoyo requiere para que Morena gane el estado, ha quedado al garete y sin cobija que lo cubra, o de que Andrea ande por cuenta propia procurándose su campaña.
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El Coneval, ese órgano del Gobierno Federal que acostumbra decirnos qué tan pobres andamos, publicó este mes los indicadores de pobreza en función del costo de la llamada “Canasta básica” y pues, la verdad, no sorprendió a nadie, porque ya sabíamos que anda todo por las nubes.
En marzo del 2024, el precio de la canasta básica, que incluye alimentos y otros artículos, se “cotizó” en 4 mil 514.97 pesos en las zonas urbanas del país, y en 3 mil 252.32 pesos en las rurales.
Aquí hay dos noticias, ya lo sabe: la buena y la mala. Primero la buena: que el costo de esa canasta “completa” no supera al salario mínimo mensual establecido para todo el país, excepto en la franja fronteriza con los Estados Unidos.
Los 7 mil 467.9 pesos mensuales que paga el Mínimo alcanzarían para comprar una y media veces la canasta básica.
Esa es “la buena”, ahora la mala: que ha subido en un 27.4 por ciento desde marzo del 2020, cuando inició la pandemia causada por el Covid 19.
Es decir, que el paquete de productos y servicios que demanda la población subió a razón de un 6.8 por ciento en estos años de pandemia y postpandemia.
¡Con razón no hay dinero que alcance!
Ya entendemos por qué la gente sale echando rayos y centellas de los supermercados o de la tiendita de abarrotes, porque vieron que en una nada se les hizo agua el dinero con apenas unas cuantas bolsas de mandado.
Según el Coneval, del total de la canasta, casi la mitad: 2 mil ,287.66 pesos, se van en comida, y otros 2 mil 227.31 en diversos servicios, como luz, agua, gas, transporte, vestido y otros “etcéteras”.
Es mucho dinero para tan poco ingreso, y mucho trabajo para ganar tan poco.