Después de varias semanas de suspenso—bueno, ni tanto—por fin quedó todo “planchado” para que se haga realidad la elección para un período completo de la actual presidenta del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), Myriam Hernández Acosta.
Nos cuentan que las señales que llegaron desde la calle Aldama, esquina con Vicente Guerrero, dejaron todo en claro sobre quién debería quedar al frente del Poder Judicial y quién debe quedarse donde está, agradecido de continuar en la burocracia dorada.
Como titular de la Tercera Sala de lo Civil, Hernández Acosta fue postulada al cargo de presidenta tras la extraña renuncia del magistrado presidente en funciones, Pablo Héctor González, quien simplemente arguyó su separación a “motivos personales”.
Con 28 votos a favor y cero en contra, el pleno de los magistrados la eligieron en una sesión extraordinaria celebrada el 12 de noviembre del 2021 en la torre del Poder Judicial.
Duartista, testigo de descargo del exmandatario, ahijada del mismo o magistrada “oxigenada” son algunas de las sombras que pesan sobre ella, en parte, porque no ha dado una explicación convincente que la desligue de esa sospecha.
El exgobernador Javier Corral ha asegurado que Hernández es ahijada de Duarte, y fue por eso que se le eligió magistrada en la renovación del Poder Judicial aprobada por el Congreso del Estado en el año 2014.
Luego, la acusó de haber testificado en favor del exgobernador durante el juicio de extradición que se le sigue en Miami.
Ni Corral ha presentado pruebas de sus afirmaciones, ni Hernández ha dado señales de favorecer a su supuesto “padrino” en el juicio que se le sigue por peculado agravado y asociación delictuosa.
De ese modo, se confirma la tendencia de que tres mujeres encabezarán el igual número de poderes del estado.
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Y hablando de planchadurías y reelecciones, la Comisión de Gobernación y Puntos Constitucionales del Congreso del Estado dejó aplanado el piso para que la actual presidenta de la Mesa Directiva, Adriana Terrazas Porras, repita en el cargo hasta el término de la actual Legislatura.
Como se lee: la supuesta morenista, quien presume cercanía con la dirigencia nacional del partido de la 4T, que dice ser fiel seguidora de los principios de Morena y amiga cercana de Adán Augusto López, se la volverá a hacer a sus compañeros de bancada.
Y no solo eso: se prestará para jugarle el dedo en la boca a la bancada del PRI, la cual esperaba quedarse en la presidencia de la Mesa Directiva para el último período de la 67ª Legislatura.
Resulta que la citada Comisión de Gobernación, en atención al asunto 2151, votó mayoritariamente a favor de reformar la Ley Orgánica del Poder Legislativo para establecer la reelección de la Mesa Directiva.
Y ¿quién ocupa ese cargo? Pues Adriana Terrazas, diputada juarense que llegó al mismo en medio de una fuerte controversia con el partido que la llevó al Congreso, porque sus compañeros de bancada habían propuesto a Benjamín Carrera Chávez para que encabezara los trabajos del Legislativo.
Desde entonces, la relación de Terrazas con el morenismo, al menos en el Congreso, han sido tan frías y lejanas que incluso parece más una integrante del bloque PRIAN que una militante de la 4T.
El distanciamiento llegó a tal grado que le ocuparon su cubículo cuando lo dejó vacante para irse a instalar en la oficina de la Presidencia.
La Comisión aprobó la reelección con cinco votos a favor y una abstención: con el dedito levantado, aprobaron Alfredo Chávez, coordinador parlamentario del PAN; Omar Bazán, del PRI; Gabriel García Cantú, del PAN, Jael Argüelles (para eso me gustaba) del PT y ¡faltaba más! Adriana Terrazas.
El único voto de abstención fue el de “Pancho Pistolas”, Francisco Sánchez, quien pidió tiempo para conocer a detalle el proyecto.
Todo es cuestión de formalidades para que se apruebe el proyecto y se lleve a pleno en el próximo período extraordinario de sesiones. Así que “Planchatum est II”.
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Este viernes 25 de agosto, la Barra Mexicana Colegio de Abogados, capítulo Chihuahua, renovará su mesa directiva para el período 2023-2025, en una ceremonia que se llevará a efecto en el Paraninfo de la Universidad Autónoma de Chihuahua.
El “bendecido por los dioses del litigio” es nada menos que Fidel Antonio Pérez García, quien repetirá en el cargo por un período más.
El “elegido” es hijo del exsecretario de Trabajo en el gobierno de César Duarte, Fidel Pérez Romero.
Pérez García se destacó en fechas pasadas cuando se sumó al pronunciamiento de la Barra Mexicana Colegio de Abogados en defensa de la autonomía del Poder Judicial del país.
En aquella ocasión, el chihuahuense hizo caja de resonancia de la petición dirigida tanto al presidente de la República como a os integrantes del Congreso de la Unión de “conducirse con respeto en sus expresiones públicas respecto el Poder Judicial de la Federación y sus integrantes”.
“Denostar, ofender, calumniar o hacer aseveraciones sin argumentos ni pruebas, respecto el trabajo de las personas impartidoras de justicia solamente debilita a nuestra democracia y a nuestro sistema jurídico”, decía el mensaje que retomó el abogado Pérez García.
Enhorabuena y que sigan los posicionamientos firmes en torno a la vigencia del estado de derecho en el país.
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El secretario de Seguridad Pública del Estado—al corte de este día—Gilberto Loya Chávez, no va a renunciar a cargo, según lo dijo.
Si bien le dio 25 vueltas al tema, terminó por decir que no se va, por el momento, aunque en una de esas y tal vez, porque lo más seguro es que quién sabe.
Dice que no, pero el día de mañana, a saber.
Desde hace días circula la versión de su inminente renuncia al cargo de “policía en jefe” del estado, sobre todo, tras los terribles sucesos de violencia ocurridos diversos puntos de la entidad, pero particularmente en Juárez y en Nuevo Casas Grandes.
Como secretario de Seguridad Pública, Loya está a cargo de uno de los proyectos más importantes de la actual administración: el escudo Centinela, que incluye la construcción de la torre de 20 pisos que ocupará todo el centro de mando de esa operación.
A pregunta expresa de si dejaría el cargo, Loya contestó al estilo Capulina, con una especie de “no lo sé, quizás, puede ser, a lo mejor…”.