Jael Argüelles, la única diputada del PT en el Congreso del Estado, había llegado a un acuerdo con el secretario general de Gobierno, Santiago de la Peña, para que permaneciera en el bloque PRIAN-MC.
Lo único que le pedían era su voto a favor de las iniciativas que enviara el Ejecutivo, aunque mantuviera una postura combativa en la tribuna. Su voto y nada más.
Era un solo voto, el único del PT, pero que significa mucho para la conformación del abrumador bloque mayoritario que han mantenido el PAN, el PRI y, de manera coyuntural, Movimiento Ciudadano.
El acuerdo, según nos cuentan cercanos a ese entramado, consistía en que el Ejecutivo trataría y acordaría estrictamente con ella y no con la familia Aguilar, pero siempre y cuando su voto fuera a favor.
Aquella plática, efectuada en el Palacio de Gobierno, terminó con un apretón de manos y una aceptación de ambas partes.
Sin embargo, el largo brazo de la 4T y de la secretaria del Bienestar, Ariadna Montiel, llegó hasta la Torre Legislativa y rompió el “pacto de dama y caballero”.
El truene en mil pedazos ocurrió en aquella tremebunda sesión del 29 de agosto, cuando la mayoría PRIAN y MC reeligió a Adriana Terrazas al frente del Congreso del Estado, como una supuesta posición de Morena, cosa que nadie se cree.
Quienes presenciaron aquella airada sesión recordarán que, entre los dimes y diretes, Jael Argüelles anunció su renuncia a la bancada del Partido del Trabajo y su adhesión a la de Morena.
¡Tómala! La decisión de la diputada juarense movió más de una ficha y derribó toda una fila de tabillas de dominó que se había acomodado cuidadosamente desde el Palacio de Gobierno.
Nada más para apuntar el dato: el PT ya no es un grupo en el Congreso, ya no tiene asiento en la Junta de Coordinación Política y quedó sin representación por primera vez desde la Legislatura la 58ª Legislatura, o sea, desde hace casi 30 años.
Lo curioso del caso es que la partida la ganó Ariadna Montiel, pero no a Santiago de la Peña, quien al menos conserva los 22 votos que necesita para reformar la Constitución, sino contra los Aguilar, quienes tenían ya negociado ese voto con el Gobierno estatal.
La pregunta ahora es cómo se van a entender, si están por empezar los trabajos de planeación de las campañas electorales rumbo a las elecciones del 2024, porque a nivel nacional, el acuerdo Morena-PT continúa.
La afrenta y el daño al partido de los Aguilar es grande y, nos afirman, se va a cobrar. Ahora falta ver cómo y de a cuánto, y si al menos en Chihuahua sí van a caminar como aliados.
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La Universidad Autónoma de Chihuahua había anunciado a bombo y platillo la construcción de una nueva biblioteca en su campus original, cuyo tamaño arquitectónico y acerbo harían palidecer a cualquier otra de cuantas hay en la entidad.
¡Bravo por la mega casa de estudios! Pocas instalaciones más adecuadas para una universidad que contar con una biblioteca central donde cualquier estudiante realice sus trabajos de investigación o, simplemente, se deleite con el placer de la lectura.
Sin embargo, la dichosa biblioteca no llega ni a estantería, porque a años de su anuncio, no ha sido completada y mucho menos equipada para funcionar como tal.
O sea que cualquier Facultad de la UACH tiene más libros a disposición de su alumnado que aquella fastuosa que anunció la Rectoría.
¿Dónde quedó la bolita, y los recursos que mandó el Gobierno federal como aportación para construir y equipar ese centro de estudios? Sabe Dios, porque hasta ahora lo único que hay es obra negra, ubicada en el antiguo campus universitario, justo en la parte trasera donde funcionó durante años la biblioteca original.
Lo que llama la atención es que, mientras la UACH no tiene para libros, sí se gastó una millonada en impermeabilizar y darle su ‘chainiada’ al gimnasio Manuel Bernardo Aguirre, cuyo uso es tan esporádico que a veces hasta pinta de elefante blanco tiene.
A ver cómo le hace Luis Alfonso “Sport Billy” Rivera Campos, primer primo del Estado, quien cobra como rector de la universidad, porque no tardan en llegar a revisarle el gasto y a preguntarle por qué no se ha terminado y puesto en funcionamiento la tan festinada obra.
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A pesar de las pugnas internas que vive Morena, especialmente tras la elección de Claudia Sheinbaum como candidata presidencial, el alcalde de Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, logró hacer el tejido en punto “tru-trú” para reunir en su Segundo Informe a algunos de los figurones de la 4T chihuahuense.
La invitada de lujo fue, sin duda, Ariadna Montiel, secretaria del Bienestar y jefa virtual de la bancada guinda en el Congreso del Estado.
Junto con ella, anduvieron muy de cerca los diputados cuatro teístas Benjamín Carrera y Oscar Castrejón, quien ahora empuja fuerte para ser el candidato a la alcaldía de Chihuahua.
A esa nutrida lista se suma el senador Rafael Espino, quien hasta hace poco formaba parte del grupo que impulsaba la candidatura de Marcelo Ebrard a la Presidencia de la República.
También andaba los diputados Mayte Vargas y Daniel Murgía, el “Tetito”, hermano del ex alcalde Héctor Murguía. Éstos también anduvieron en el bando marcelista que recién se desintegró tras la derrota ante la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Y ¡Oh sorpresa! Que Crucito logró reunir a la presidenta del Congreso, Adriana Terrazas, la “Mrs. Freezer” del Legislativo Local, por aquello de la Ley del Hielo que le aplican sus compañeros de legislatura y de grupo parlamentario.
Su presencia no solo fue un cachetadón para el grupo que encabeza Cuauhtémoc Estrada, que nada más no la quiere en su bancada, sino también un pase de lista del grupo que dejó integrado el ex “corcholato” Adán Augusto López.
Y hablando del grupo de Adán Augusto, ¡cómo podía faltar la diputada federal Andrea Chávez, aspirante a senadora!; también estuvo el exdelegado regional de la zona centro, Marcelino Gómez Brenes.
De igual manera, asistieron el cónsul general de los Estados Unidos en Juárez, el Mayor de El Paso, Texas; el líder nacional de los masones y ex síndico Fernando Martínez, los exdiputados María Ávila, Antonio Andreu—dos veces diputado por el PRI—y el ex líder de Morena en el estado, Martín Chaparro, entre otros.
El ausente, por obvias razones: Juan Carlos Loera de la Rosa, superdelegado del Bienestar.
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En los últimos días ha ido “in crescendo” la versión de que César Jáuregui Moreno dejará pronto la titularidad de la Fiscalía General del Estado.
Y no es solo porque esté por demás a disgusto, o porque su mala relación con el secretario de Seguridad Pública Estatal, Gilberto Loya, sea cada vez más notoria, no.
Se debe, principalmente, a que el Palacio de Gobierno no encuentra de dónde sacar un buen operador político que tome las riendas del grupo parlamentario del PAN en el último tramo de la administración de Maru Campos.
De ser así, Jáuregui podría establecer un récord legislativo, al ser líder de bancada en tres diferentes legislaturas: en la 61ª, en el gobierno de José Reyes Baeza; en la 64ª, con César Duarte Jáquez y, de concretarse el proyecto, en la 68ª, con Maru Campos.
Otro récord para Jáuregui, quien además ha sido secretario general de ayuntamientos de tres diferentes municipios: Juárez, Delicias y Chihuahua.
La habilidad política del actual fiscal ha quedado plasmada en diversas ocasiones, pero no está libre de controversias ni tiene vacío de cadáveres su armario.
Recordemos que fue uno de los políticos más señalados durante la anterior administración como beneficiario de aquella “nómina secreta” creada por el gobierno de César Duarte para hacer pagos en efectivo a diversos actores políticos y sociales.
Entre esos presuntos beneficiados, salió a relucir, y de manera muy particular, el nombre de Jáuregui.
Jáuregui Moreno declaró al Ministerio Público que, en su época de diputado y coordinador parlamentario del PAN, recibió dinero en efectivo del gobierno de César Duarte Jáquez para “trabajo legislativo”.
El asunto no está más en los tribunales y no hay MP que lo mueva, ¡cómo habría de ser, si el mero jefe es el señalado de haber recibido el dinero de la mentada nómina secreta!