El equipo que armó el exaspirante presidencial Marcelo Ebrard Casaubón en Chihuahua está como la barra de hielo expuesta al sol: en proceso de desintegración. De ese grupo nada queda de lo que pensaba ser cuando se armaron con todo para ir por “la grande”.
Enterados del caso nos cuentan que incluso la gente que trabajó al 100% en el “Movimiento progresista”, como se le llamaba al frente de batalla del excanciller, ya se despidió de la chamba y comenzó a buscarle por otro lado.
La verdad, nos dicen, es que eso de impugnar el proceso donde la candidata Claudia Sheinbaum obtuvo la nominación con tanta ventaja se ve poco aventurado, por no decir traído de los cabellos.
A lo mejor, el excarnal le ve tamaños para sus aspiraciones políticas, tal vez para hacer ruido y montón con miras a lanzarse por otras siglas, como Movimiento Ciudadano, por ejemplo, pero para quienes se juegan el cargo o quienes le entraron con una esperanza de conseguir una buena chamba en el próximo gobierno, pues se ve poco atractivo.
Hasta ahora, a casi una semana de concluido el proceso que derivó en la candidatura de Claudia Sheinbuam, ninguna de las personalidades que acompañaron a Ebrard en Chihuahua ha salido a decir esta boca es mía: ni para deslindarse, ni para sumarse a su proyecto.
Ahí está el senador Rafael Espino, o su paisana y compañera de legislatura, Bertha Caraveo. Nomás no han asomado la cabeza para decir que siguen a su “Carnal” hasta donde tope. Tampoco lo ha hecho el diputado juarense Daniel Murguía, cuyo hermano, Teto, anda que se le cuecen las habas por que la 4T lo incluya en alguna candidatura, “aunque sea de diputado federal”.
El ex varios cargos, ex aspirante presidencial y ahora ex amigo de Andrés Manuel, conoce la política mexicana y sabe lo que es la fuerza mágica que mueve las almas en las burocracias partidistas: la “cargada”, ese movimiento que surge casi de manera espontánea cuando se ve claramente hacia dónde apuntan las voluntades de los dioses grilleriles del país.
Nos cuentan que más temprano que tarde habremos de ver a toda esa cauda de ex marcelistas apoyando al grupo de Claudia.
Habrá que ver quien viene a hacer la operación cicatriz, porque lo que es en Chihuahua, el grupo de claudistas está “completo” y difícilmente admitirán a alguien que venga “de fuera”.
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El alcalde juaritos, Cruz Pérez Cuéllar, ha quedado en una posición incierta en el interior de la 4T, pues su exlíder de bancada y mentor político, Ricardo Monreal, ha decidido retirarse de la contienda, cualquiera que sea, al menos por esta ocasión.
Como es de todos conocido, el ex gobernador de Zacatecas y líder del grupo parlamentario de Morena en el Senado de la República quedó en el último lugar entre las seis “corcholatas” que buscaban la candidatura a la Presidencia de la República.
¡Ni a Manuel Velasco, el último en incorporarse a la contienda le pudo ganar! Eso debió doler.
Lo más penoso para Monreal es que, con tan estrepitosa derrota, se quedó sin fuerzas para buscar el premio de consolación–¡Apa´ consolación! Ya lo quisiéramos para festejo—que es la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
Ahí no hay ni cómo moverle contra el casi paisano Omar García Harfuch—hijo de la carmarguense María Sorté–, quien encabezaba las encuestas de intención de voto desde hace dos años, ¡y menos ahora que su exjefa es la candidata a la Presidencia!
Aunque la figura de Monreal se venía desdibujando, no dejaba de tener su influencia y su “paternidad” entre algunos políticos de viejo cuño y algunos más que se habían incorporado recientemente al morenismo, como era el caso de Cruz Pérez Cuellar.
El juarense y el zacatecano hicieron buenas “migas” en la Cámara Alta y hasta tejieron dos que tres proyectos legislativos en forma conjunta, hasta que el primero se quitó de su escaño para buscar la Presidencia Municipal de Juárez, la cual finalmente consiguió.
Era de llamar la atención que a lo largo de toda la contienda interna de Morena nunca se decantó por alguna de las “corcholatas” ni se deslindó de las disputas que afloraron entre ella y ellos.
Así que Cruz se ha quedado sin jefe político. A ver cómo le va con los claudistas fronterizos con quien no anda bien, lo que se llama bien.
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Tanto que legislan nuestras diputadas y diputados para nada. Tanto que le jurgunean al Código Penal para moverle a las penalidades por esto o por aquello, para terminar en un “tirititito nada más”, como diría el “Perro” Bermúdez.
¿De qué sirve crear tipos penales, aumentar penalidades, crear terminología delictiva y hasta fiscalías especializadas en tal o cual delito, si casi todo se va al caño?
La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción Sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2023 nos arrojó un dato aterrador: casi el 90% de los delitos no se denuncian, y cuando la víctima sí va ante el MP a presentar su queja, no pasa absolutamente nada.
Ahí están los datos: en 2022, del total de delitos ocurridos, solo 10.9 % se denunció, y de esos pocos y pocas valientes que se armaron de valor y se tomaron su tiempo para acudir ante el Ministerio Público (MP) o las Fiscalía del estado donde sufrieron el atraco, solo el 69.3% motivó una investigación.
Para decirlo más claro: de cada 10 denuncias presentadas, siete sirvieron para papel reciclable y las otras pues ahí la llevan, o corrieron peor suerte.
De ese miserable 69.3 % de denuncias en las que se inició una investigación, en 46.1 % el resultado fue que no pasó nada o no se resolvió la denuncia y el 31.4 % resultó en trámite, dice el INEGI.
Esto significa que 77.5 % de las denuncias no arrojaron conclusión alguna, salvo la pérdida de tiempo, de esperanza y de paciencia por parte del o la afectada.
El resultado fue positivo para la o el denunciante solo en el 15.5 % de los delitos en los que se inició una investigación Eso significa que apenas el 1.2 % de los delitos cometidos tuvieron una represalia. ¿Y el resto? Como dice el Piporro: “aquí andamos en la calle, unos cuantos, lo peorcito”.
Luego nos asustamos por “tanta impunidad”. ¡Cómo no se va a desalentar la gente, si lo más expuesto es la propia víctima cuando se avienta a ir ante la autoridad “competente” (hasta risa da el término).
El estudio del INEGI indica que las razones para no denunciar delitos se atribuyeron a la autoridad en 59.0 %, una tercera parte consideró que era pérdida de tiempo ir ante el MP, un 14./% dijo que le tiene desconfianza a la autoridad y un 8.8 la vio largo y difícil.
¡Y eso que el INEGI no le entró al tema de la impunidad judicial!
Por cierto, hablando de ese desalentador fenómeno, al menos podemos destacar algo a favor de Chihuahua: quedó en la parte baja de la tasa de homicidios por cada 100 mil habitantes y en la de víctimas. Buen dato, pero nos sirve para muy poco.
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Entre el sector comercio y servicios, especialmente el del ramo restaurantero y de hotelería, cunde la desesperación porque no encuentran personal para cubrir las vacantes necesarias, o lo otro, que aceptan el empleo, pero lo “avientan” a la vuelta de un mes. Son 30 días perdidos de capacitación y planeación laboral tirados a la basura.
Pero si ese estratégico sector, uno de los principales generadores de empleo del país está pasando por esa crisis de falta de mano de obra, esperen a ver cómo la anda pasando el sector industrial, especialmente el de exportación, con una escasez tan grande de mano de obra—calificada o no—que pone en riesgo la llegada de nuevas inversiones con motivo del “nearshoring”.
Veamos las cifras del INEGI publicadas recientemente, donde nos dicen que Chihuahua registró un total de 2 millones 510 mil 13 personas con empleo. Esa cifra indica que apenas el 2.5% de las personas en edad y en condición de trabajar—la Población Económicamente Activa—no tiene “chamba” y está disponible para lo que le ofrezcan.
Si bien la baja cifra de desocupación es una magnífica noticia, lo que preocupa al sector empresarial y muy en especial a quienes están proyectando la atracción de inversiones extranjeras es que no hay mano de obra disponible para contratar en las nuevas empresas que van a llegar o las que ya están, pero contemplan hacer ampliaciones en territorio chihuahuense.
En los últimos 12 meses, la generación de empleo no ha parado, como lo muestran las cifras oficiales, a grado tal que la desocupación cayó en proporciones considerables durante ese período. ¡Bendita la hora, después de dos años de penurias a causa de la pandemia!
Sin embargo, para los sectores que buscan ampliar más la planta productiva del estado, es motivo de preocupación la disminución del personal disponible, pues en ese mismo período.
La demanda de trabajadores no ha sido cubierta ni con la incorporación de jóvenes al mercado laboral, ni mucho menos con el arribo de migrantes extranjeros, así que algo se tendrá que hacer de aquí a los próximos dos años para no perder la batalla por la captación de nuevas industrias nada más porque no hay a quién contratar para que trabaje.
El problema no es nuevo, pero nunca se le han encontrado soluciones favorables para trabajadores y trabajadores, empresas y autoridades. A ver si ahora sí se inventan algo que sirva.