Jaime Armendáriz nació en Creel, Chihuahua, en el corazón turístico de la Sierra Tarahumara, pero la marginación y la pobreza lo hicieron bajar a la ciudad de Chihuahua en donde padeció la indigencia.
Trabajó en muchos oficios y su fascinación por las cámaras lo llevaron a las salas de prensa de las instituciones públicas, en donde le tendieron la mano con trabajos parciales y aprendió a usar las cámaras y a editar.
“Eran en el año 2011, llegué como muchos otros con la ilusión de encontrar un trabajo y salir adelante para vivir mejor, llegué sin dinero, ni dónde quedarme, solo con dos cambios de ropa y las ganas de trabajar fuera en lo que fuera; los primeros días fueron muy duros, a veces comía una vez al día, caminaba de sur a norte, de este a oeste cruzando calles y avenidas en busca de un trabajo, antes de pedir cualquier cosa”, narró el joven que ahora produce videos musicales para los artistas de su etnia.
“Llegué a lavar mi ropa en los parques, aprovechando cuando regaban las plantas, dormía en los jardines de los parques, debajo de los árboles, lo bueno de esto es que era en el mes de junio, en las noches era muy agradable hablando de climas pero de día el calor era extremo, pasé aproximadamente dos semanas vagando por las calles de la ciudad.
Llegaba momentos en las que me decepcionaba la vida pensando que así terminaría como un indigente viviendo en las calles, pero no todo es malo pues hubo personas que me ayudaron a pasar un día, otro día y así sucesivamente hasta que poco a poco encontraba trabajitos por uno o dos días”, detalla el documentalista que ahora colabora con el Gobierno del Estado, elaborando contenidos de video en los que promociona las bellezas de su amada Sierra Tarahumara.
“El día más triste y frustrante para mí fue cuando después de recorrer gran parte de la ciudad caminando sin encontrar un solo trabajo se pasó el día, ya eran las dos o tres de la tarde y a esa hora la mayoría está saliendo de trabajar, tristemente me senté en la banqueta con mucha hambre porque no había comido en todo el día, con toda la pena me acerqué a un restaurante entré y me dirigí directamente a la caja y le expuse mi caso a la persona que estaba atendiendo en ese momento, le habló al gerente y él amablemente me ofreció algo de comer, salí con mucha pena pero a la vez contento, me senté en una esquina de un bulevar muy conocido (Ortiz Mena), le di gracias a Dios y viendo los coches pasar disfruté de aquel manjar para mí”, detalló con un dejo melancólico.
Con esfuerzo logró construir una casa en la cima de las Barrancas del Cobre y a la vista espectacular de ese gran cañón lo llama su patio.
“Las personas que me ayudaron en ese entonces fueron señoras de ama de casa, parqueros de carros, personas común en las calles y hasta gerentes de negocios de restaurantes”, comentó.
“Hoy me siento agradecido con Dios y el destino por haberme hecho pasar pruebas muy difíciles, pero en mi mente siempre existía el querer superarme y hacer cosas nuevas y lo que he logrado no fue por mí hay muchas personas detrás de todo esto”, agregó.
“Para llegar a donde estoy ahora, tuve que trabajar de ayudante de albañil, lavando loza en restaurante, repartidor de comida en un puesto de comida, de ‘maistro’ albañil, en las maquiladoras y hasta limpiando casa, pero nunca perdí la esperanza y nunca pedí comida por flojo, ahora les doy gracias a todos ustedes que son parte de mis redes sociales para compartirles mis experiencias de vida y sepan que cada persona tiene su propia historia que contar algunas peores que la mía”, apuntó quien ha visibilizado a los integrantes de su etnia y se ha ganado la admiración de todos quienes han recibido su generosa mano.