Si alguien sabe para dónde anda bateando la diputada presidenta del Congreso del Estado, Adriana Terrazas Porras, les encargamos el dato, porfa.
Ya sabemos que está marginada del grupo parlamentario de Morena, aunque llegó al Legislativo estatal postulada por los colores guinda y blanco del partido de la 4T, pero ella ha dicho y recontradicho que sigue siendo morenista. Ándele pues.
Dirá lo que quiera, pero desde que asumió la presidencia del Congreso ha andado más cerca del PRIAN que los mismos prianistas.
Lo que de plano dejó en claro de qué lado anda fue su declaración en contra del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, por aquella respuesta de “que se me hace que te mandó Maru, mi amor” a una persona que le reclamó los sucesos del lunes pasado en Ciudad Juárez.
Así se lo dijo Adriana Terrazas a Entrelíneas: “No abona en nada. Considero desafortunado el comentario del presidente, tal vez él tenga algún tipo de información, pero debemos de trabajar Federación-Estados-Municipios de manera conjunta”.
Ni el coordinador del PAN lo hubiera dicho mejor.
Horas más tarde, en una ceremonia efectuada en instalaciones de la milicia, intentó echarse para atrás, pero el daño ya estaba hecho.
“Más que declaraciones o cruce de palabras, expresiones afortunadas o desafortunadas, necesitamos hechos, y en los hechos el Gobierno del presidente de la República ha atendido el arribo de migrantes…”
Ni para dónde hacerse: ella ya instaló su postura y está más cerca de “lilitellismo” que del morenismo. Hay que los 4Ts le reclamen a quien la puso en la lista “Pluri”, de modo para que entrara derechito al Congreso, y sin tocar baranda.
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Dicen quienes deambulan y quienes trabajan el histórico y vapuleado edificio de Aldama y Venustiano Carranza que tienen ya rato de no ver a Roberto Fierro Duarte, el jefe de la oficina de la Gobernadora.
Se supone que asumió ese cargo desde el 16 de enero pasado, cuando lo “renunciaron” como fiscal general del Estado para que le diera las llaves de la oficina a César Jáuregui Moreno, quien hasta ese día despachaba como secretario general de Gobierno.
Ese tipo de encargos requieren de su presencia en el Palacio de Gobierno, para ser precisos, en el primer piso, dentro del ala que ocupa la Secretaría Particular, que a su vez está enseguida del despacho de la gobernadora.
Pero nada: se ve con más frecuencia a los súper asesores Ernesto Cordero y Jordi Herrera que a Fierro Duarte.
La ausencia de este no hace más que confirmar que el encargo se lo dieron como una salida decorosa después de las condiciones de caos en las que tenía la Fiscalía General del Estado.
Su cese o renuncia, para el caso es lo mismo, ocurrió 16 días después de los fatídicos hechos ocurridos en el Cereso 3 de Ciudad Juárez, donde 30 reos se fugaron y 17 personas murieron asesinadas.
Ahora, Fierro está lejos de ese “fierro” en la lumbre, pero cerca sabe Dios de dónde, porque del Palacio, no.
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César D.J. (para que nadie sepa de quién hablamos) llegó a la audiencia intermedia del juicio que se le sigue por presunto mal uso de recursos públicos con varias armas nuevas bajo la manga, pero todas han sonado a cornetazo.
Durante la mañana, intentó demostrar que su estado de salud es tan precario que no puede continuar recluido en el Centro de Reinserción Social número 1 situado en San Guillermo, el mismo que parecía “hotel de cuatro estrellas”, según lo dijo él mismo años atrás.
Primero, su defensa dijo que estaba tan mal de salud, que su presión sistólica estaba en 120 y la diastólica, en 70.
Si no se equivocaron al dar los datos, la presión del ex varios cargos públicos—para no decir que fue gobernador—, es la más indicada por cualquier cardiólogo.
Lo que necesita, le dijeron, es bajar de peso, y para eso no necesita salir a pasar el resto del proceso en su casa. Mejor que le siga por otro lado, porque lo de la mala salud le aplicaría igual a los más de 700 internos en los Ceresos del estado que padecen presión alta.
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El juez que seguía la causa contra el ex-g (por aquello de las iniciales) César D.J. pidió “kinkis” para dejar el cargo en manos de otro juzgador.
Humberto Chávez Allende, el juez de control que le había dictado el auto de vinculación a proceso y la medida cautelar—la prisión, pues—, a D.J. se “excusó” de continuar a cargo de la causa, según dijo, porque incurría en un “conflicto de interés”.
Nos comentan que el juzgador, se encontró con varios de sus cuates en el equipo de defensa del exGob.
De inmediato, se le concedió la excusa y se le dio por excusado.
Se va, hasta eso, con las palmas del público anti-D-J. y el reproche de los partidarios de este cuando le encontró sujeto a juicio por los supuestos desvíos durante su administración, pero con el reproche de los partidarios que le quedan a aquel, por haberlo vinculado a una causa que consideran injusta.