Este jueves 16 de marzo fue un auténtico “día de furia” el que vivió la ciudad de Chihuahua.
Cinco homicidios y un atentado contra la vida de un hombre que se salvó de milagro fue el saldo que llevaba esta Doña hasta que le dieron las horas de escribir estas líneas.
En la madrugada encontraron los cuerpos sin vida de dos mujeres, una de ellas embarazada. Horas más tarde, una mujer y su pareja, sin vida y maniatados en el interior de una casa que, según versiones, servía de “picadero”.
Más tarde, las policías estatal y municipal encontraron el cuerpo sin vida de una mujer envuelto en una cobija.
Ya a media tarde, otro hombre fue atacado a balazos, pero se libró de sus agresores casi casi de milagro.
La seguidilla de hechos sangrientos solo indica que las estrategias de los tres órganos de Gobierno para abatir la delincuencia y, en particular, el narcomenudeo, sirven para maldita la cosa.
Más aún: la incidencia de homicidios de mujeres no cede y la autoridad no ha declarado una alerta de género “general” para todo el estado.
De seguir así las cosas, el próximo 8 de marzo veremos expresiones mucho más airadas de las mujeres y los no pocos hombres que protestan contra la violencia hacia el género femenino, y más dolor entre las familias que sufren las secuelas del asesinato impune de una de sus miembros.
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Frente a la indiferencia que los mandos del Instituto Nacional de Migración han mostrado a la crisis generada en Ciudad Juárez por los migrantes venezolanos, existe seria inquietud en el personal destacamentado en la ciudad, porque advierten que el problema se está agudizando.
Oficiales que hablaron con Mirone a condición de conservar el anonimato, confirmaron que entre los venezolanos hay agitadores, que les dicen cómo actuar a sus compatriotas, al momento de ser asegurados por alguna autoridad, en los hoteles o viviendas en ruinas conde se albergan.
Por eso los consideran hasta riesgosos, porque a diferencia de los migrantes de otras nacionalidades, los venezolanos son violentos, groseros y llorones al mismo tiempo, cuando son asegurados por personal del Instituto para llevarlos a la estación migratoria o a los albergues oficiales.
Cuentan los agentes varias anécdotas, del escándalo que les han armado estos extranjeros, cuando los han asegurado y los reciben hasta con golpes, luego se sueltan llorando, insultan, gritan que no los traten como animales, se tiran al suelo y hasta fingen desmayos, para evitar ser trasladados a los albergues, pues prefieren seguir en la calle y en los cruceros.
Se han dado casos de oficiales de migración, que han sido golpeados por venezolanos y hasta los vehículos del servicio les han dañado, como un caso registrado a finales de enero, cuando destruyeron una camioneta Urvan y lesionaron a un agente, que duró varias semanas incapacitado porque requería cirugía, y terminó por renunciar.
Esos agitadores son los mismos que engañaron a la turba de sudamericanos el domingo, convocándolos al puente para intentar cruzar de forma multitudinaria a los Estados Unidos.
Sin embargo, y a pesar de saberlo, supuestamente no los tienen identificados y su actividad no es prioritaria en la agenda del INM, porque el delegado estatal, el contralmirante Salvador González Guerrero, anda ocupado en otros menesteres ajenos a sus responsabilidades y ha comentado a sus subalternos que la bronca es de los gringos y ellos deben solucionarla.
Por eso, dicen, la tropa está desmoralizada, pues mientras los mandos locales nadan de muertito y del Centro no bajan instrucciones, la opinión pública los está linchando porque consideran que no someten al orden a los venezolanos.
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Tal como lo había dicho esta elocuente y comunicativa columna, la recomendación de la CNDH hacia al Estado a causa de la muerte por desnutrición de siete niños de la comunidad rarámuri de Choréachi siguen pesando ¡y de qué manera!
El martes, le costó la chamba al secretario de Salud, Felipe Fernando Sandoval, por “indulgente”, o mejor dicho, por dejar tirada la chamba y no ocuparse de lo que le encargaron cuando le dieron el nombramiento.
Ayer, Morena agarró la recta de 100 millas que lanzó la CNDH para pedir ¡qué despido ni qué nada!, integración de expediente con dirección a la cárcel de San Guillermo a quienes permitieron que, en pleno siglo XXI, en el estado que quería traerse una planta de Tesla y todo lo demás, se le mueran siete niños de hambre.
¡Siete! En una sola comunidad.
El dato es tan fuerte que ni la mayoría prianista pudo batear el proyecto morenista, como suele ser su costumbre.
El coordinador parlamentario del PAN, José Alfredo Chávez, no salió de su cantaleta de que “quieren politizar el tema”. ¿Qué no se sabe de otra? Hasta el apacible priista Noriel Chávez le entró al cuestionamiento de las políticas de desarrollo social y su nula eficacia para abatir la hambruna en la sierra.
Ya no le dieron “palo” a la propuesta de Morena. Al menos se fue a comisiones y acaso ahí la bateen o le quiten la cafeína. Pero el daño está hecho y no hay despido de secretario que lo quite.
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El Congreso del Estado inscribirá con letras doradas—son de latón, pero pintaditas color oro—, el nombre de un chihuahuense universal: Antonio Ortiz Mena.
El homenaje a quien fuera secretario de Hacienda en dos períodos presidenciales: el de Adolfo López Mateos y el de Díaz Ordaz, y presidente del Banco Interamericano de Desarrollo va en la línea seguida por el Legislativo en años recientes, de darle el espacio del homenaje permanente a personalidades que no necesariamente estuvieron envueltos en hechos bélicos.
Ahí han estado ya los nombres de los escritores Martín Luis Guzmán y Víctor Hugo Rascón Banda y el del exalcalde de Chihuahua, Luis H. Álvarez.
Ahora le toca a Ortiz Mena y tal vez en un futuro próximo le toque a Carlos Montemayor, un escritor de excepción. Ojalá. Que vivan las letras, las artes y la política de altura.