Este miércoles 8 de marzo se puso a modo, por aquello del Día Internacional de las Mujeres, para que todo el mundo sacara a relucir lo mejor de su filigrana discursiva para hablar en favor de la población femenina, que por cierto, es mayoría en este país.
Sin embargo, mientras todos los actores políticos le daban una última pulida a su discurso, salió el Inegi a publicar unos datos que dejan a Chihuahua muy mal parada en temas de respeto a las mujeres y trato igualitario en el medio laboral.
Para que se den una idea: Chihuahua ocupa el primer lugar en violencia laboral en contra de las mujeres. Ahí nomás: el 37.8 por ciento de las mujeres encuestadas por el Inegi dijeron haber sufrido algún tipo de maltrato en el trabajo.
¡Úchala! Eso es casi cuatro de cada 10. Son muchas, no, no son muchas, son excesivas. Una sola sería demasiado, pero en un estado que se precia de tener fiscalías especializadas, centros de justicia para la mujer, comisiones legislativas de género, un instituto estatal y otro municipal de las mujeres, esas cuatro de cada 10 son una verdadera catástrofe.
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¡Ah, pero qué buenas son algunas diputadas para pronunciar discursos en favor de la perspectiva de género!, pero no son para pasar lista de presentes cuando se les requiere.
Ayer, cuando se requería su participación en vivo y a todo color en el pleno del Congreso, no asistieron a la sesión las diputadas Rosana Díaz, e Ilse América García Soto, de Morena; Deyanira Ozaeta, del PT. La panista Margarita Blackaller, se echó la reunión vía Zoom, desde la comunidad del hogar.
Ni porque se iba votar una reforma para sancionar de a deveras a los abusones que maltratan a las jovencitas o a los muchachitos menores de edad.
Y es que la panista Blackaller y las de Morena estaban entre las iniciadoras de ese proyecto. ¡Óigame no! No tienen perdón de Dios.
De las ausentes, las dos morenistas tenían “justificante” para faltar. Esperamos que sea algo realmente de fuerza mayor, porque desde que una diputada o diputado inicia su encargo sabe que el 8 de marzo habrá sesión solemne para entregar los premios a las mujeres destacadas del estado.
A las morenistas habría que preguntarles ¿había algo más importante que hacer en vez de acompañar la premiación a una luchadora social en toda la extensión de la palabra como Alma Gómez Caballero?
A la panista Blackaller ¿no le apuraba estar de “cuerpo presente” al momento en que se votara su iniciativa de agravar sanciones contra golpeadores de mujeres menores de edad?
No, si para aprobar “respetuosos exhortos” y presentar iniciativas con supuesta perspectiva de género son muy buenas, pero para estar en la primera línea de batalla legislativa siempre sale algo mejor qué hacer.
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La marcha con motivo del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer puso de nervios a toda la clase política y burocrática que despacha en el centro histórico de la capital.
Para empezar el día, el Ayuntamiento de Chihuahua cambió la hora de su sesión ordinaria para las 8:00 am, en vez de las 12:00 pm como suele ocurrir en ocasiones normales.
En el Congreso y en el Palacio de Gobierno se apuraron para terminar sus actividades, incluidos los festejos en honor a las mujeres, para irse a cualquier otro lugar que no sean los edificios públicos del centro.
Llegó a tal grado el apuro que casi empalmaron actividades: en el Palacio, la periodista Paola Rojas departió con empleados de la empresa Jalil casi a la misma hora cuando en la Torre Legislativa se celebraba la premiación a las mujeres distinguidas de Chihuahua.
A eso de las 12 del mediodía empezó el desfile hacia la puerta de salida en la Presidencia Municipal, en el Palacio de Gobierno y en la Torre Legislativa.
Nadie quería estar en el primer cuadro a la hora cuando salgan a marchar las mujeres. Nadie se quiso quedar a oír las demandas de las andantes. Mucha fiesta y mucho homenaje, pero cero atenciones a los colectivos de mujeres.
Feminismo endulzado con Stevia: festejos y conmemoraciones del pasado, pero al presente mejor le sacamos la vuelta.
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El grupo que acapara las posiciones de poder dentro del partido Morena en Chihuahua anda desatado por que los integren al equipo de Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de la Ciudad de México quien, al cierre de esta columna, encabeza el “corcholatómetro” de las preferencias para que sea la sucesora de AMLO.
Ahí andan, juntos como muéganos, la dirigente estatal del partido guinda, Brighite Granados, el coordinador parlamentario del Congreso, Cuauhtémoc Estrada y personalidades que los acompañan se han sumado a la puntera en las encuestas.
Juntos, pero no revueltos, nos dicen los comunicativos morenistas. Ese grupo trae proyecto y operación propia y no “se junta” con el equipo que nombró Sheinbaum en meses pasados, cuando vino Alfonso Ramírez Cuéllar a darles posesión en una modesta rueda de prensa celebrada no en el hotel de postín donde se reúnen los marcelistas, sino en un conocido, muy popular y muy sabroso restaurante de menudo y pozole de la ciudad de Chihuahua.
Andan caminando por cuerda propia, pero sin hacer “clica” con el primer tío del morenismo chihuahuense, Juan Carlos Loera de la Rosa. Este anda, nos dicen, “muy Augusto” con la corcholata que le tocó, o mejor dicho, a la que se arrimó.
Y si el morenismo orgánico anda a todo lo que da con Claudia, otros más están que se les cuecen las habas por que el equipo de la jefa de Gobierno capitalino los tome en cuenta.
Es una especie de “cargada” morenista, muy a la vieja usanza del PRI, que consistía en dejar colgados de la brocha a sus anteriores líderes para juntarse con el (o la) que va ganando.