Aquí seguimos con el tema del fotómetro, el lenguaje corporal y los mensajes cifrados que se envían desde el presídium de los actos rimbombantes.
A ningún analista, pro o contra de AMLO, le pasó de noche el gesto de la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, de permanecer sentada cuando entró el presidente de la República al salón donde se hizo la ceremonia en honor a la tan tasajeada Constitución Política del país.
Todos de pie, aplaudiendo al presidente, mientras que la presidenta del más alto tribunal del país aplaudía con desgano, pero sentada, volteando a ver con cierto desdén al mandatario.
“Me dio mucho gusto”, dijo López Obrador en la mañanera de este lunes 6 de febrero, en relación al gesto de la ministra, sin que nadie le hiciera pregunta sobre el tema. “A lo mejor estaba cansada”, agregó socarronamente.
Las postales de los actos públicos son parte del análisis de todo cuarto de guerra que se precie de serlo y, seguramente, el gesto de la ministra Piña, el desgano del presidente de la Cámara de Diputados, Santiago Creel y de las manos cruzadas de los gobernadores panistas y de Samuel García seguramente también pasaron a la libretita de los apuntes.
Acaso también quedaría anotado el entusiasmo de la gobernadora de Chihuahua durante toda la ceremonia. Falta ver en qué se traducen esos gestos y actitudes, porque, en la vieja escuela política del país, solían tener efectos colaterales.
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Para ponerse a temblar, las cifras del Inegi sobre muertes a causa de cáncer en el país y en cada uno de los estados de la República.
Fueron 90 mil 123 muertes a causa de ese terrible mal los que registró el país durante el 2021, más de 3 mil de ellos en Chihuahua.
El índice subió casi un punto porcentual respecto al del año anterior, cuando estaba la pandemia a todo lo que daba.
El resultado no refleja otra cosa que la política de prevención ha fracasado en todo el país y no nada más en algunos estados, y que la atención de las enfermedades más letales no se hace con la debida aplicación.
Nada más basta darse una vuelta a los hospitales públicos para ver que los enfermos graves, esos que padecen los males que causan más muertes, como los del corazón, la diabetes, el Covid 19 y el cáncer, pasan verdaderos calvarios para lograr que un médico especialista los consulte y para que la farmacia les surta las recetas.
Tanta muerte por cáncer debería llamar la atención y motivar una seria espulgada a las actividades que hacemos las gentes que vivimos en Chihuahua. Qué tal si en una de esas estamos trabajando con materiales cancerígenos y ni cuenta nos hemos dado. En fin, la pelota está del lado de la cancha de las autoridades de salud.
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El grupo de expriduartistas que se incrustaron en el movimiento de apoyo a Marcelo Ebrard llegaron a la 4T con todo y las malas mañanas que les dieron fama regional, nacional y tal vez hasta mundial.
Resulta que este lunes 6 de febrero, minutos antes de que iniciara el acto de apoyo al canciller mexicano en su intención de ser el sucesor del presidente AMLO, algunos colegas de los medios de comunicación recibieron llamadas para pedirles que hicieran preguntas “a modo” a los promotores del “marcelismo” que anda rampante fuera de tiempos electorales.
Algunos compañeros aseguran que hasta se les ofreció dinero a cambio de preguntar bonito, así como para que los miembros del grupo de apoyo a Marcelo Ebrard, que se identifican con una flecha cargada hacia la derecha (así aparece en el impreso que repartieron), se lucieran ante los casi 200 asistentes a la enésima presentación del plan de campaña del aspirante-corcholato-secretario de Relaciones Exteriores.
La práctica es muy común, ciertamente, y no es exclusiva de los morenos, ni de los priistas, porque también en el PAN se cuecen habas con eso de salir bonitos en la foto y dar la nota para salir airosos en las de “ocho columnas” de los medios.
De pena ajena, la verdad. A juzgar por las preguntas que hicieron, los compañeros recibieron una oferta que sí podían rechazar y optaron por hacer su trabajo como Dios manda. Bien por ellos, bravo por ellas.
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Bertha Caraveo se dijo “chihuahuita”, aunque el escaño en el Senado se lo dieron los juaritos y las juaritas. Hasta eso, no se le olvidó su tierra adoptiva. Lo que sí se le olvidó fue el nombre del coordinador del movimiento “marcelista” en Chihuahua.
Ayer, de plano se le barrió algún tornillo de la memoria y no supo cómo referirse al cargo del canciller en este rarísimo papel de precandidato-corcholato-funcionario que no viola los tiempos de campaña.
Dos veces preguntó cómo llamarlo, y en el mismo presidio le enmendaron la plana: es coordinador, le dijeron. Eso de hacer campaña en la víspera no deja nada bueno, verdad de Dios.