El alcalde “Godínez” Bonilla se despachó con la cuchara grande este miércoles, cuando le propuso al pleno del Ayuntamiento cambiarle el nombre al edificio “Comermex” por el de “Eloy Vallina Lagüera”.
Así es: Marquitos quiere que el enorme edificio, uno de los primeros “rascacielos” que se construyeron en la capital, lleve el nombre de un empresario que, por decir lo menos, fue controversial, en toda a extensión de la palabra, porque se la pasó en los tribunales litigando contra alguna instancia del Estado Mexicano.
La sola construcción de la llamada “Ciudad Vallina”, aprobada en la primera década del siglo 21 y bendecida por gobiernos estatales del PRI, motivó todo tipo de controversias entre urbanistas, académicos y estudiosos de las ciencias sociales, quienes no entendían como una ciudad tan dispersa como Juárez construyera un nuevo centro urbano.
Peor aún: Eloy Vallina Lagüera, dueño del proyecto, litigó hasta donde pudo para evitar el pago del Impuesto Predial en los términos que se lo pedía el Ayuntamiento de Juárez. O sea, que le regateó dinero a la instancia de gobierno que le permitió hacer su ciudad y, además, le construyó una carísima vialidad.
La cuenta sigue: desde el alegato judicial añejo que se aventó contra el Gobierno federal para que le pagaran lo pedía por la expropiación de las tierras de ese predio para convertirlos en el ejido Largo Maderal.
A estas alturas, según llamadas que llegaron al teléfono chismosón de La Doña, hay quienes piden que, en dado caso, el edificio que alguna vez albergó al banco Comercial Mexicano y al poderoso Grupo Chihuahua lleve el nombre de Eloy Vallina García, padre de aquél y verdadero creador de la riqueza con la que se construyó el “rascacielos”.
Otros, con los que esta Doña está de acuerdo, prefieren que le pongan “El chihuahua”, no por otra cosa sino por la imagen gigante del perrito chihuahua que se aprecia en uno de sus enormes muros. La pintura ha llamado tanto la atención de propios y visitantes que ya muchos se refieren al edificio como “el del chihuahua”, por la raza del chistoso can.
Esta doña se suma a esa propuesta y que a Eloy Vallina Lagüera se le reconozca como el visionario empresario que fue… pero no en un edificio que a estas alturas ya es público.
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Agárrese del volante, porque ya mero llegan los aumentos a las tarifas de peaje en el estado de Chihuahua.
Así, como se lee: por si no fuera poco el cobro del Derecho Vehicular, el pago del predial en cada municipio y la reciente “bolseada” que nos dieron con el canje de placas, ahora viene un aumento de un 7.8 por ciento a las tarifas de peaje, esas que nos cobran en las casetas para pagar una deuda que contrajo César Duarte…una de las muchas que nos dejó de herencia.
La Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes del Gobierno federal ya lo anunció de manera oficial, y enterados de la Secretaría de Hacienda del estado nos confirmaron que en Chihuahua se aplicará el incremento sin contemplación alguna. Como diría mi comadre Cuquita ¡Qué Dios nos ampare!
De ser así, salir del estado de Chihuahua desde Ciudad Juárez le costará al automovilista unos 687 pesos, nada más de ida.
Apenas saliendo, en Villa Ahumada, deberán pagar $225.00 si se viaja en un auto o camioneta pick up. En Sacramento habrá que pagar otros $88.00; en Camargo, 88.00 y en Saucillo, una casi enseguida de la otra, la misma cantidad. Luego, antes de llegar a Jiménez se deberán sacar de la bolsa 115.00 pesos y, kilómetros más al sur, en Sabalza, a perderle el cariño a otros 88.00 pesitos.
Al final del viaje, el conductor habrá pagado 687 pesos nada más en casetas, sin contar el tanque de gasolina, la propina al despachador y los chuchulucos que se compra la gente para hacer más sabroso el viaje.
Ahora, que si el viajero viene desde San Jerónimo, agréguele otros 88.00 pesos y ahí la cuenta sube a casi 800 pesos.
¿Duele el codo? El codo, la rodilla, la mano y la cartera, ¡ay! Todo duele, y más cuando vemos que ese dinero se irá directito y sin escalas a un fideicomiso creado para pagar las deudas que han contratado los Gobiernos del estado, desde tiempos de Fernando Baeza, garantizados con la recaudación en casetas.
Nada más que ¡agárrese! Porque el texto del fideicomiso dice con TOOODAS las letras que si la inflación sube más de 5 puntos, las tarifas se pueden subir nuevamente en el segundo semestre. Y para como han ido las cosas en el 2022 y como pintan para el 2023, bien podría subir el IPC en esa proporción.
Para que se den una idea del tamaño que tiene esa parte del “chivo” que se le cobra a los gobernados: este año se proyecta una recaudación de al menos 4 mil 200 millones “del águila” nada más por el cobro de cuotas en 11 casetas de peaje.
Y pensar que todo ese dinero, o al menos la mayor parte, se va a gastar en refinanciar una deuda que a la fecha anda en los 17 mil millones. Dicho de otra manera, que no los veremos convertidos en obras y servicios.
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Así como lo lee el amable lector o la doña lectora. El Gobierno de todos los estados de la República se “fueron grandes” con el dinero que les envió el Gobierno federal durante el 2022.
Y que conste que eso no lo dijo uno de esos voceros del Cuatro Téismo, sino una prestigiada firma calificadora como es Fitch Ratings.
Según esta empresa de rimbombante e internacional nombre, durante el 2022, los gobiernos “subnacionales” (ah pa’ palabrita para referirse a los gobiernos de los estados) recibieron un 4.2 por ciento más de recursos federales de lo que se había proyectado cuando se aprobó el Paquete Económico para ese año.
Ahí no para la cosa (no es albur, pongámonos serios, queridos lectores), sino que el dinero que capta la federación de nuestros impuestos y que luego reparte a los estados creció un 15.8 por ciento respecto a la cantidad que les llegó el año anterior.
La mejor parte de esa noticia para los virreyes del país es que el dineral extra les llegó a través de la jugosa cuenta de “Fondo General de Participaciones”, el cual entra a su caja y de ahí la pueden disponer en lo que mejor se les ocurra.
La noticia suena bien, pero ya los entrados en temas de auditoría y revisión de cuentas mochas le avisaron a esta Doña fregona que ahora, con más ganas, le van a entrar a la fiscalización, porque es mucho dinero que no estaba presupuestado.
Dicho de otra manera, que como se trata de fondos que no se tenían específicamente programados para algo, los gobiernos los pudieron gastar en cualquier cosa, incluso en ocurrencias.
Ese es el verdadero chiste de hacer presupuestos: proyectarlos por debajo de lo realmente contemplado para que, cuando llegue algún excedente, poderlo gastar a sus anchas. Vaya que tendrán trabajo esos comunicativos amigos de la ASE.
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El diputado Cuauhtémoc Estrada, líder de la bancada guinda de Morena, se enredó de la peor manera cuando trató de exponer que el Gobierno del Estado podría ahorrarse la construcción de la Torre Centinela.
El discurso del morenista juarense fue de un lado a otro para tratar de exponer que, si el Gobierno del Estado ya gastó más de 600 millones de pesos en cámaras de vigilancia ¿para qué gastarse otros 600 milloncitos o un poco más en una torre?
Así está más claro, y no cuando dijo que “hasta dinero iba a sobrar”.