Los organismos electorales no estaban preparados para atender una participación ciudadana tan copiosa como la que se presentó ayer 2 de junio, en lo que fue la jornada electoral más grande en la historia de la democracia mexicana.
Desde la lenta apertura de casillas hasta el aletargado flujo de resultados de parte del Programa de Resultados Electorales Preliminares, el PREP, que no arrojaron tendencias claras: los órganos electorales se vieron faltos de reflejos y no pudieron reaccionar ante la demanda de una sociedad que pide resultados más oportunos.
Al menos en Chihuahua, pasadas las 10:00 de la noche, el PREP no tenía una tendencia clara de los resultados de los procesos para elegir diputaciones locales, ayuntamientos y sindicaturas.
Ante esa carencia, el espacio lo llenaron los partidos y candidatos, que salieron cada uno a proclamarse ganadores, por más inverosímiles que fueran sus proyecciones de votación.
Todo espacio vacío tiende a llenarse, dice el principio de la física, y en este caso, el triunfalismo de los partidos ocupó el boquete que dejaron tanto el INE como el IEE.
Pese a que fue una elección concurrente, en la que se juntaron en la misma las urnas para recibir las votaciones federales y locales, no hubo una eficaz coordinación entre el Instituto Nacional Electoral, el INE, y el Instituto Estatal Electoral, el IEE.
Los datos corrieron igual de lentos en ambas elecciones, lo cual le pegó a la credibilidad del proceso y a la certidumbre del ciudadano en los resultados.
Todo esto ocurrió en un proceso electoral que logró una participación ciudadana pocas veces vista, con urnas repletas al medio día y largas filas de votantes que esperaron, en algunos casos, horas completas antes de llegar a la mesa a recibir sus boletas para votar.
Está claro que ni el INE ni el IEE pudieron con eso. No estaban acostumbrados. Lo suyo, lo suyo, era atender un proceso en el cual no se completaba ni el 50 por cento de participación o, como en Juárez, ni al 40 por cento.
Qué pena, porque la necesidad de conocer resultados terminó en pachanga, con todo el mundo declarándose ganador. Los órganos electorales no pudieron. Fue demasiado, se indigestaron, pues.
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El sistema electoral de Chihuahua sentó un precedente este 2024, al contar con un miembro del Poder Judicial del Estado como representante de un partido político.
En la sesión del Consejo Local del estado de Chihuahua del Instituto Nacional Electoral celebrada este domingo 2 de junio, se presentó al magistrado Luis Villegas Montes como represente del PAN.
Él, además de llevar en su pecho los colores de Acción Nacional, es miembro del Consejo de la Judicatura Federal.
Ciertamente, el juzgador solicitó licencia para separarse de su encargo desde el 6 de marzo pasado, pero era solo por 20 días, y así se la ha llevado, alargándola, y así seguirá hasta que termine el proceso electoral.
Para él, para el partido que lo postula y para el organismo electoral, incluso para sus opositores, el que combine ambas funciones: la de miembro del Poder Judicial y la de representación partidista, no representa conflicto.
A lo largo de su encargo, pero muy en especial en fechas recientes, el magistrado y representen partidista ha despachado insultos a diestra y siniestra contra miembros de otras corrientes políticas, particularmente contra los de Morena, a quienes no ha dudado en llamar “estúpidos”.
Al ser cuestionado sobre la similitud de su caso con el del ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, quien también se separó para irse a la campaña de Claudia Sheinbaum, respondió que “está pendejo” quien así lo piense.
Así nos las gastamos en esta indescriptible etapa de la democracia mexicana.
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Tras celebrada la llamada “elección más grande en la historia de México”, esta podría ser la última vez que los votantes chihuahuenses elijan a 712 regidores y a 33 diputados locales.
¿Y esto por qué? Porque, en caso de que Morena y sus aliados obtengan la mayoría en el Congreso del Estado, reducirán sustancialmente la cantidad de integrantes en los 67 ayuntamientos de la entidad, y el número de “plurinominales” en el Legislativo.
La propuesta que los morenistas presentaron en la mesa de análisis para la reforma constitucional del Estado –que actualmente duerme bajo una pesada capa de hielo– contemplaba reducir la cifra a solo 370 regidores. Ni uno más.
El proyecto morenista proponía que en los dos municipios más poblados, Chihuahua y Juárez, el número de regidores bajara de 20 a 15. En los municipios de tamaño “medio” quedara en 12, y en los pequeños, solo 8. Y digan que les fue bien.
El bloque PRIAN también tenía una propuesta para reducir los ayuntamientos, pero menos drástica que la de los de la 4T, dejando el número en 540 regidores.
Al final, fue lo mismo, porque los dos frentes políticos no lograron ponerse de acuerdo, el tiempo se les vino encima y no sacaron la dichosa Reforma Constitucional en los tiempos que habían proyectado. Lo más probable es que se deje para la próxima.
Si los morenistas y sus aliados ganan, podría avanzar esa reducción, aunque encontraría fuertes resistencias por parte del bloque PAN-PRI y de los grupos políticos de los municipios.
La misma situación se presentaría si eliminan las 11 diputaciones de representación proporcional, las “pluris”.
Quienes apoyan ese proyecto consideran que el erario estatal se ahorraría millones de pesos al año al no pagar sueldos y beneficios a 11 legisladores. Los opositores señalan que cada diputado representa una parte de la población y que sin los plurinominales, puede darse el caso de que una fuerza política obtenga el 49 por. ciento de la votación y se quede sin un solo puesto de representación popular.
Cualquiera que sea el resultado, quien gane la próxima legislatura necesitará mayoría calificada para reformar la Constitución, así que es probable que quede un “empate” entre ambas propuestas.
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Ahora que andamos bastante ocupados con las cifras, conteos, comparaciones y demás, vale dejar un momento el tema electoral y la composición de las próximas legislaturas para ver otros numeritos que, al menos así, de vista, nos pueden poner de buen humor.
Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), órgano del Gobierno Federal que suele decirnos qué tan pobres andamos, nuestro estado anda bastante mejor que el resto del país en materia de medir si el dinero que ganamos con nuestro trabajo nos alcanza para comprar el “chivo” del mes.
Dicho de otra forma, con los términos técnicos propios del Coneval, en la medición de “Pobreza Laboral”, como se le llama a eso de ganar lo suficiente para cubrir las necesidades básicas, el estado de Chihuahua tiene una de las tasas más bajas, con un 24 por ciento.
¿Qué significa esto? Que “solo” ese porcentaje de trabajadores recibe un ingreso insuficiente para cubrir la canasta básica, la que incluye alimentos y otras necesidades, y que cuesta casi 5 mil pesos, según el Coneval.
¿Eso es mucho o es poco? Depende de cómo se vea, porque la tasa nacional fue del 35.8, es decir, 11.8 puntos más alta que la de Chihuahua.
Vale decir que otras entidades del país tienen un indicador mucho mayor de personas que, pese a que le ponen duro al trabajo, nomás no sacan para lo más indispensable.
¿Son muchos? Bueno, que dos de cada 10 trabajadores no ganen lo suficiente siempre será digno de preocupación. Pero ahí la llevamos.
Por lo pronto, podemos levantarnos el cuello porque la ciudad con menor índice de pobreza laboral es Juárez. Ahí, solo 17 de cada 100 ganan por debajo de la canasta básica, casi la mitad del promedio nacional.
Bien que le ha caído a Juaritos eso del aumento a los salarios en la zona fronteriza, y los altos índices de productividad de sus trabajadoras y sus trabajadores.
Ahora que Chihuahua capital no se queda atrás, con un 23.3 por ciento en esa condición, muy por encima de la ciudad de Tlaxcala, que tiene el indicador más alto de gente trabajadora a la que no le alcanza lo que gana.
Bien por Chihuahua, mejor por Juárez. Ahora que los Gobiernos estatal y federal inviertan lo necesario para que la población trabajadora tenga mejores condiciones, mejor transporte y seguridad absoluta en las calles. Menos no nos merecemos.