A esta comunicativa columna le llegó la información de que esta semana, a más tardar la otra, llegará una nueva solicitud de licencia para separarse de la curul en el Congreso del Estado.
Se trata, nos aseguran, de Deyanira Ozaeta Díaz, la diputada por el Partido del Trabajo, quien no se presenta en el salón de sesiones desde hace un buen tiempo.
La diputada se ha ausentado de las sesiones desde hace semanas.
Prácticamente durante todo el actual período, sin que nadie en el Congreso del Estado de razón del porqué de escasos actos de presencia.
Las y los legisladores son en teoría empleados del pueblo. Es decir, su patrón o patrona son sus representados, en cuyo caso, son 500 mil, en promedio, los que completan un distrito electoral local.
Sin embargo, las y los “pluris” tienen una representación más amplia, o más ambigua, según como se quiera ver, pues no llegaron al cargo mediante el sufragio de un conglomerado de personas, sino por el porcentaje de votación que obtiene el partido que los postural.
Es por eso que, en la práctica, se vuelven más empleados de su partido que de sus representados.
La diputada de referencia representa a un partido como el PT que ha hecho acto de presencia de manera ininterrumpida desde la Legislatura 60, casi siempre por conducto de un miembro de la familia Aguilar Gil.
Indistintamente, han votado a favor de las iniciativas del partido que está en el gobierno estatal, aun cuando en el ámbito federal tengan otro tipo de alianzas a nivel nacional.
En la actual legislatura no ha sido distinto: el PT tiene una alianza estratégica con Morena, pero en Chihuahua han hecho bloque con el PRI y el PAN, enemigos acérrimos de la 4T.
El Congreso llamará a Jael Arguelles Díaz, suplente de Deyanira Ozaeta, pero es poco probable que haya un cambio en la forma como ha votado el PT. Seguirá igual, seguramente, no era un asunto personal o de preferencias políticas de Deyanira Ozaeta. Es, digámosle así, “nada personal: es un asunto de negocios”.
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Como es de todos conocido, la pandemia de Covid-19 nos obligó a trabajar en dinámicas totalmente distintas a las que conocíamos y a valernos de la camarita de la compu o del celular para tener reuniones a distancia y decir “presente” ante el micrófono del dispositivo.
Sin embargo, tras el reinicio del trabajo presencial y más aún, desde que dejó de ser obligatorio el uso del cubrebocas, la ausencia en “cuerpo presente” dejó de ser una opción y en gran parte de las empresas se pidió el regreso a los espacios de trabajo.
En casi todos lados, menos en el Congreso del Estado. Ahí, cualquiera puede conectarse vía zoom, decir “presente”, levantarse a hacer otra cosa y regresar corriente para votar. Todo, desde la comodidad de su hogar, oficina o negocio ¿cuál problema?
Muy al inicio de su mandato, la presidenta del Congreso del Estado, presentó una iniciativa para terminar con el “home office” y obligar a las y los diputados a presentarse en el recinto.
La iniciativa ha servido para maldita la cosa, pues las presencias a distancia siguen a la orden del día.
Al interior del Congreso se ha analizado la situación, con ganas de ponerles un “tate quieto” a los faltistas, pero ¡oh sorpresa!, resulta que ni la Ley Orgánica del Poder Legislativo ni la misma constitución local establecen un límite de faltas.
Dicho de otra manera, que el representante popular, que cobra casi 10 mil al mes, puede pasarse bien cachetón toda la Legislatura y tal vez lo castiguen sus electores en la siguiente votación por andar de faltista, pero mientras tanto ¿quién le quita los tres años de “trabajos forzados? Con razón se pelean tanto esos cargos.
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Trivia, trivia ¿Cuál es el funcionario de primero, ¡qué primero! primerísimo nivel que no se molesta ni en caminar dos cuadras?
Ahí van algunas pistas: es hombre, trabaja en el Palacio de Gobierno y pide que un vehículo oficial lo recoja a las puertas del edificio, por la calle Libertad, para que lo dejen ¡en la esquina de 11ª y Rosales! Es decir, a cuadra y media, metros más, metros menos.
Para darnos una idea, caminar esa pequeña distancia lleva menos tiempo que ir por el auto, estacionarlo, esperar a que suba el pasajero e ir a dar todo un rodeo para llegar a la esquina de Rosales y 11ª.
¿No adivinan? Ahí va una pista: hace…rato que no se deja ver. ¿Le atinaron?
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El alcalde Marco Bonilla, ese al que le gusta que le atribuyan hasta la recolección de basura que hace el gobierno municipal, no tuvo ni tiempo, ni ojos ni oídos para atender a manifestantes de la Unión Campesina Democrática que ayer se plantaron en la Plaza de Armas para ver qué autoridad les ponía un rato de su atención.
Resulta que, mientras ellos, los de la UCD hacían su manifestación, el alcalde tenía un acto público a pocos metros de distancia, también en la vía pública, pero una vez que este terminó, no fue para acercarse a los “campiranos”. Ni porque son aliados, ¡ya ni la hace! ¿Nadie le ha avisado que la UCD es algo así como la CNC del PAN?
Lo peor del caso para estos aguerridos representantes del campo y de los introductores de vehículos de contrabando es que tampoco los quisieron recibir en el Congreso del Estado.