Si había un hombre que arrancaba los suspiros en la década de los años cincuenta del siglo pasado, fue Arturo de Córdova. Su estilo permeó la moda de entonces y era considerado el estereotipo del hombre moderno. En películas como “Escuela de vagabundos” (1955), el personaje interpretado por la actriz Anabel Gutiérrez estaba enamorada de él y no es para menos, era el galán del momento.
Originario de Mérida, Yucatán, Arturo García Rodríguez nació el 8 de mayo de 1908. De niño vivió en Estados Unidos, Argentina y Suiza. En los medios comenzó como corresponsal para la agencia United Press y, tras regresar a México, se quedó enamorado no solo de la ciudad y la gente, sino también de una joven con la que se casó y engendró cuatro hijos.
Años después llegó a la XEW como locutor y gracias a su voz aterciopelada y su acento argentino (vivió allá durante su adolescencia y juventud) lograron que pronto conquistara los oídos de las radioescuchas. Su frase “No tiene la menor importancia” se hizo célebre no solo en la radio, sino también en el cine, cuando dio el salto a la gran pantalla.
Hay que tomar en cuenta que a mitad del siglo pasado no todos los hogares mexicanos contaban con un aparato de televisión, por lo que la radio era la principal forma no solo de informarse, sino también de entretenerse.
Su debut cinematográfico fue en la cinta “Celos” (1935) y, a partir de entonces, tuvo una prolífera carrera en el séptimo arte que incluye cerca de 80 películas en México, 9 en Estados Unidos, 5 en Argentina, 1 en Venezuela, 2 en Brasil y 5 en España… y no es para menos, era un actor que llenaba la pantalla no solo por su porte, estilo y voz, además, tenía talento.
Entre las cintas más conocidas destacan “El esqueleto de la señora Morales” (1960), “Mi esposa y la otra” (1952), “Un extraño en la escalera” (1955), “El rebozo de Soledad” (1952), “Feliz año, amor mío” (1957), “Isla para dos” (1959) y “Reportaje” (1953).
Sobra decir que actúo con las grandes estrellas de ese entonces como Amparo Rivelles, María Félix, Leticia Palma, Marga López, Carmen Montejo, Miroslava y Silvia Pinal, con quien tuvo un fugaz romance mientras filmaban la película “Un extraño en la escalera”. La propia Pinal comentó ese romántico pasaje en su libro autobiográfico y reconoce que estuvo a punto de perder la cabeza por él.
Su vida privada también ha generado perspicacias pues, mientras vivía en pareja con la actriz Marga López, se rumoraba que mantenía una relación con el también actor, Ramón Gay, aquél que fue asesinado tras defender a Evangelina Elizondo en un arranque de celos de su expareja.
Nadie lloró tan amargamente esa partida como Arturo de Córdova y ahí comenzó esa leyenda urbana que relacionaba a dos de los actores más famosos y atractivos en una época en donde nadie hablaba de la homosexualidad y todo se vivía en privado.
Su salud se vio deteriorada en los últimos años de vida cuando en 1967 sufrió una embolia que le paralizó la mitad del cuerpo, y aún así, continuó actuando y disimulando, en la medida de lo posible, la imposibilidad de utilizar la parte izquierda.
Arturo de Córdova murió en la Ciudad de México el 3 de noviembre de 1973. Tenía 65 años de edad y tras su deceso, Marga López no volvió a tener ninguna relación sentimental a pesar de que aún era una mujer joven.