En el templete de sus propias transmisiones en vivo, Sandra Cuevas decidió zanjar de golpe el escándalo que la ha envuelto en los últimos días. Frente a las imágenes virales en las que aparece abrazada y hasta besando a Alejandro “N.”, alias El Choko, la exalcaldesa de Cuauhtémoc confesó públicamente, sin titubear: “Siempre he tenido malos gustos”.
La frase se volvió titular informativo caso de inmediato. Cuevas reconoció lo evidente: hubo un vínculo con el hombre que, según la Fiscalía del Estado de México, encabeza a La Chokiza, un grupo criminal acusado de despojo de inmuebles, extorsiones y homicidios.
En vez de esconderse, ella prefirió enmarcarlo como parte de su historia íntima: la repetición de una mala elección, de una cadena de afectos que se le revierten como búmeran político.
Cuevas lo explicó con orgullo clasemediero: le gusta la gente “de abajo, del barrio”.
En ese escenario encontró a El Choko, visible en rodadas de motociclistas, murales, fiestas y reuniones con comerciantes. El presunto líder criminal se movía con aire de dirigente vecinal; ella lo acompañaba como si se tratara de una amistad más dentro de sus vínculos comunitarios.
El problema es que las fotos no mostraban solo amistad: bailes, sonrisas, besos. Y eso bastó para encender la sospecha de vínculos más profundos.
La caída del Choko
El 10 de septiembre de 2025, El Choko fue detenido en Ecatepec y trasladado al penal del Altiplano. Con él cayeron varios de sus cómplices y se aseguraron más de 70 inmuebles. La Fiscalía presume que esas propiedades habían sido arrebatadas a la fuerza.
La detención hizo estallar el pasado compartido: las imágenes de Cuevas con el capo circularon de inmediato en redes sociales y medios, generando un juicio paralelo donde la política quedó atrapada en las sombras de su “mal gusto”.
Cuevas asegura que no tiene nada que ocultar, que sus manos están limpias. Acepta la relación, pero se deslinda de cualquier complicidad. Ahora habla de ruptura: rompió con El Choko y lo enmarca como un error personal.
En paralelo, anuncia que demandará al periodista que difundió las imágenes con las que la exhibió, alegando difamación y violencia digital. Para ella, el asunto no es tanto la relación, sino la forma en que fue expuesta.
Cuevas decidió sincerarse: siempre ha tenido malos gustos. Lo dijo con aire de autocrítica, pero también con resignación.
En política, sin embargo, los gustos personales se convierten en materia pública, sobre todo cuando los acompañantes son jefes de bandas criminales trasladados al Altiplano.
Su frase, no solo retrata su vida sentimental, sino que podría marcar su futuro político: un recordatorio de que en México, los “malos gustos” no son un asunto privado.