Sigue siendo el lugar más prohibido del planeta y, probablemente, el más letal. La isla Sentinel del Norte es conocida por ser el hogar de la tribu sentinelese, la cual ha estado aislada miles de años; es apenas una mota verde de 59,67 kilómetros cuadrados en medio del océano Índico.
Aunque no tiene carteles de “Prohibido el paso”, no se confíe, ya que no los necesita. Sus habitantes se encargan de advertirlo con flechas.
Los sentineleses, entre 50 y 150 personas según las estimaciones más recientes, son uno de los últimos pueblos del mundo que viven en aislamiento voluntario absoluto.
Rechazan cualquier contacto con la civilización y lo hacen de la única forma que conocen: matando.
El último capítulo de esta historia trágica y repetitiva se escribió en noviembre de 2018, cuando el misionero estadounidense John Allen Chau, de 26 años, pagó 25 mil rupias (unos 350 dólares) a siete pescadores para que lo acercaran ilegalmente en la noche. Su objetivo: predicar el Evangelio. Su destino: una flecha en el pecho apenas tocó la playa.
Los sentineleses arrastraron su cuerpo por la arena y lo enterraron. La policía india solo pudo confirmar la muerte desde un barco, a 400 metros de la costa. Nunca recuperaron el cadáver.





No fue la primera vez. En 2006, dos pescadores indios que fondearon demasiado cerca fueron masacrados mientras dormían en su bote. En 1896, un convicto fugado de la prisión colonial de las Andamán llegó nadando; días después su cuerpo apareció en la playa con la garganta cortada y flechas clavadas.
Incluso los intentos “pacíficos” terminaron mal: en 1991 un equipo antropológico indio dejó cocos en la orilla como regalo; los sentineleses los recogieron… y dispararon flechas al helicóptero que los vigilaba.
Por eso, desde 1956, el Gobierno de India mantiene una zona de exclusión de cinco millas náuticas (9,26 km). Nadie puede acercarse. La Marina y la Guardia Costera patrullan. Quien lo intenta enfrenta hasta siete años de cárcel… si sobrevive para ser juzgado.
Pero el peligro no es solo para el intruso. Un simple resfrío podría exterminar a toda la tribu. Los sentineleses no tienen inmunidad a enfermedades modernas: la gripe, el sarampión o la varicela serían armas biológicas letales. “Un contacto sería un genocidio”, advirtió en 2023 Survival International, la ONG que defiende a los pueblos aislados.
Sobrevivieron al tsunami de 2004 (un helicóptero que sobrevolaba para verificar si quedaban vivos recibió una lluvia de flechas como respuesta). Sobrevivieron a siglos de colonizadores, traficantes y curiosos. Y siguen ahí, desnudos, con arcos de dos metros y flechas con punta de metal reciclado de naufragios, defendiendo su mundo.
“Es la última frontera real del planeta”, dice el antropólogo indio T.N. Pandit, el único hombre vivo que pisó la isla en los años 90 y salió ileso. “No nos quieren. Y tienen todo el derecho del mundo a no querernos”.
Sentinel del Norte no necesita muros ni guardias armados. Tiene a los sentineleses. Y ellos nunca perdieron una batalla en la guerra que llevan miles de años peleando.