Un silbido de piropo rasga el aire del parque, no se trata de un acosador cualquiera: es un simpático loro que ha logrado sobrevivir al clima extremo de la ciudad en las últimas dos décadas, al igual que otros cientos, que quieren exterminar.
pericos
Un silbido de piropo rasga el aire del parque, no se trata de un acosador cualquiera: es un simpático loro que al igual que miles de su especie han logrado sobrevivir al clima extremo de la ciudad en las últimas dos décadas.
Los especialistas han visto con asombro el poder de adaptación de estas aves cuyos abuelos fueron fieles mascotas que escaparon de sus jaulas de cautiverio y se reprodujeron con singular alegría.
Marylin Parada, especialista en mascotas y combativa activista de esta capital, rechaza con determinación que estos loros o cotorras que tienen la facultad de imitar voces (y silbidos) humanos sean nocivos o invasivos, mucho menos que sean capaces de romper algún equilibrio ecológico.
“Esta especie llegó para quedarse y no causa ningún daño al entorno, como lo señalan las áreas de ecología del ayuntamiento; soportan nuestro crudo invierno y comen lo que pueden en las zonas arboladas de nuestras escuelas y parques, sin competir con ninguna especie”, detalla la fundadora de uno de los refugios de mascotas abandonadas más poblados de la ciudad.
Destacó que con la conciencia sembrada desde finales de la década de los 90 para no retener más aves en jaulas, provocó que estas y otras especies de aves fueran liberadas y otras más han escapado en busca del espacio abierto que le dan grandes parques y jardines públicos.
La presencia de estos loros es total en parques de fraccionamientos y en unidades deportivas; también se les puede ver en los patios de las escuelas en donde se abastecen de agua y de los restos de comida que dejan los niños durante sus recreos.
Ya lo sabe, si usted escucha un silbido, una palabra de aliento y hasta un pícaro insulto en el parque, puede ser que sea víctima de la presencia de los pericos de Chihuahua.