Por aire y por tierra la visión es apocalíptica: hasta 30 kilómetros de hileras de tráileres, vehículos particulares y autobuses de pasajeros tejen una de las peores afectaciones a la de movilidad entre la capital estatal y Ciudad Juárez.
Pese al desconcierto que significa para viajeros que aprovechan el fin de semana para regresar a Chihuahua o ir a la fronteriza Ciudad Juárez, ninguna autoridad ha emitido comunicado alguno que aliente una salida.
Ya casi se cumplen 24 horas de hastío, hambre y frío al quedar varados casi en medio de la nada.
Juarenses que residen en Chihuahua han tenido que caminar hasta 20 kilómetros, equipaje en mano, desde la caseta de Sacramento para acercarse a la mancha urbana de Chihuahua; los que van de la capital a Ciudad Juárez están en peor condición, ya que deben buscar una tienda de autoservicio para alimentarse y esperar.
Los transportistas, aunque apoyan el bloqueo contra la violencia que viven a diario en las carreteras, comienzan a flaquear al ver cómo su ganado agoniza y sus productos empiezan a requier mayor refrigeración para no entrar en descomposición.
Las causas son justas y se entienden, pero son exasperantes ante el silencio de la autoridad, que solo apoyó a los afectados con patrullajes, pero no dice ni una palabra.
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