Aunque la adicción a las redes sociales todavía no representa un problema de salud pública en nuestro país, porque el número de casos no es significativo, podría crecer y desbordarse en el futuro si no se pondera correctamente y no se toman las medidas necesarias para prevenirla.
De acuerdo con Hugo Sánchez Castillo, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, una adicción es una conducta compulsiva con una pérdida del control de la tasa limitante que busca lo que produce placer.
“En este sentido, hay adicciones a sustancias químicas como el alcohol, la cocaína, la heroína y las anfetaminas, pero también a ciertas actividades como el juego, el sexo, el trabajo y las redes sociales, entre otras”, añade.
¿Cómo se sabe si un individuo está en riesgo de desarrollar una adicción? Al respecto, el académico responde: “No es uno, sino son varios los signos que permiten establecer esto. Así pues, si alguien interrumpe sus actividades cotidianas para dedicarse exclusivamente a la que le proporciona placer, si no es capaz de alejar ésta de su mente, si muestra desapego hacia otras actividades que antes llevaba a cabo, como practicar algún deporte, ir al cine o leer un libro, si no duerme bien y experimenta una irritabilidad persistente, si baja su rendimiento escolar o laboral, y si comienza a justificar su comportamiento y a tener problemas de interacción social por culpa de él, puede decirse que está cerca de volverse un adicto.”
Por lo que se refiere específicamente a la adicción a las redes sociales, la población en riesgo es la que está integrada, sobre todo, por individuos de 12 a 18 años, es decir, por adolescentes.
“Debido a que su cerebro aún no ha alcanzado la plena madurez, los adolescentes tienen problemas de impulsividad; además, no pueden prever a largo plazo las consecuencias de sus acciones. Esto genera las condiciones idóneas para que corran peligro frente a las adicciones. De ahí que, al principio, con la finalidad de engancharlos, los narcomenudistas les ofrezcan gratis muchas drogas de abuso. En cuanto a las redes sociales, como resultan muy importantes para los adolescentes, éstos también pueden engancharse fácilmente a ellas en una conducta compulsiva.”
Según Sánchez Castillo, para encarar con éxito el reto que implican las redes sociales, la sociedad en su conjunto debe aceptar que, frente a ellas, tiene una corresponsabilidad.
“No podemos satanizarlas porque, per se, no causan adicción. Lo que causa adicción es la interacción entre el sujeto, ellas y el ambiente. Les tenemos miedo a —o hablamos mal de— Facebook, Instagram y TikTok, pero deberíamos pensar que nosotros, como sociedad, somos los que les proporcionamos un celular, una tablet o una computadora a nuestros adolescentes y les permitimos pasar tanto tiempo en esas redes sociales. Si un joven pasa ocho horas al día en Facebook, Instagram y/o TikTok, significa que no ha habido una buena supervisión por parte de quienes están a cargo de él. Hay que darnos cuenta de que el celular, la tablet y la computadora no son niñeras al cuidado de nuestros hijos, y empezar a regular estos dispositivos electrónicos de una manera más clara, porque se ha observado que su uso constante puede desencadenar en los adolescentes cambios en la morfología del cerebro, en los procesos atencionales y en los procesos de toma de decisiones”, abunda.
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